Los trastornos y/o enfermedades mentales representan una afectación a diferentes niveles: emocional, cognitivo y conductual. Todo ello es regulado por una base biológica en la que intervienen neurotransmisores y hormonas, entre otros factores. La conducta depende del equilibrio de éstos y de su buen funcionamiento.
Por eso, en ocasiones, es conveniente una regulación del conjunto de condicionantes que afectan a la personas durante el proceso terapéutico. En esos casos, su psicólogo le recomendará visitar al psiquiatra para que determine la conveniencia de prescribir tratamiento con fármacos.
¿El tratamiento farmacológico es suficiente?
Generalmente no. La regulación fisiológica externa no suele ser suficiente, la modificación del comportamiento implica el aprendizaje de nuevas formas de autorregulación interna. Modificando el origen del problema conseguiremos ese ajuste.
La psicología y la psiquiatría son dos modalidades complementarias y no excluyentes de tratar los desajustes en nuestro bienestar psicológico.
El tratamiento farmacológico en muchas ocasiones facilita y favorece el tratamiento psicológico. Su función es minimizar la sintomatología que dificulta al sujeto su proactividad para el cambio. Por ejemplo, si una persona con una sintomatología ansiosa en grado elevado, es incapaz de mantener la atención en una conversación, centrarse en el dialogo, o recurrir a un recuerdo o pensamiento en el momento requerido, su alto nivel de activación será un inconveniente para su terapia. En esos casos, la medicación puede ser muy útil en determinadas etapas del proceso.
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